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Mostrando entradas de mayo, 2011

EL PACTO

Por Daniel Rubio EL PACTO Año 2011…             En la habitación se podía cortar el hedor a muerte. Todo era oscuridad, a excepción de un haz de luz que provenía de un flexo maltrecho que pendía de la pared, encima de la cama.             Francisco se encontraba ante la última página de su novela favorita, la cual comenzó a leer hace cincuenta años. Cerró los ojos y empezó a valorar si todo el sufrimiento había valido la pena…                 Año 1962…             Francisco esperaba en el pasillo del hospital bajo un ambiente gélido. La tos era cada vez más insistente y penetrante. Notaba cómo le ardía el pecho y el sabor metálico de la sangre le producía náuseas cada nuevo acceso de tos. No podía dejar de pensar en su mujer y en sus dos criaturas. Eran tan pequeños y tan indefensos que no se merecían quedarse sin padre, y los quería tanto que pensar que se estaba muriendo lo hundía todavía más en un mar depresivo donde la corriente lo arrastraba en dirección contraria a la dese

Jacinta, la culebra traviesa. (Borrador)

Por Daniel Rubio JACINTA, LA CULEBRA TRAVIESA      Antonio pasaba los días en el campo, en   concreto en una parcela de oliveras y aquella mañana realizando tareas de poda, recogida de ramas y quema. Era un hombre más bien gordo, pequeño y… bueno, algo feo si que era la verdad. Introvertido como el que más y trabajador como nadie, pero su aprensión por las serpientes lo llevaba de culo. Y nunca mejor dicho…      En el primer encuentro con nuestra amiga Jacinta, una serpiente de escalera muy común en España, a excepción de en las zonas montañosas del norte, estaba el susodicho Antonio, como ya he dicho al principio, realizando sus tareas del campo. El caso es que a Antonio, entre otras cosas que no vienen a cuento, lo que más le gustaba era defecar en el campo, y cosas de la vida que siempre lo hacía a la misma hora, las diez de la mañana.       El hombre, muy feliz, terminaba de recoger un puñado de ramas y las echó a la hoguera. Fue hacia el coche, una Citroën C15, para coger el

Un regalo para mi madre

Por Daniel Rubio Un regalo para mi madre Cuando era joven, me parecía que era la madre más hermosa que se podía tener. Tenía unos labios preciosos a pesar de su escasez, pues a duras penas se podían ver, a no ser que se los untara en rojo; grandes ojos negros, con un brillo perdido por el exceso, y una larga melena negra, que parecía un retazo de seda compuesto de hilos sueltos y finos.             En parte, quiero darle las gracias por no haberme dado la oportunidad de conocer a mi padre, que seguro disfruta de su familia sin acordarse de mí. Por él, tengo hermanos a los que no conozco, aunque tampoco me hace ilusión conocerlos, pues no creo que ellos me hayan buscado. Y esto lo digo por una pequeña experiencia en mis tiempos de orfanato.             No le daré nunca las gracias por las ocasiones en que la he pillado pinchándose, fumando en base o con el mono; pero sí le daré las gracias por haberme hecho temer las drogas. Y lo hizo enseñándome los efectos nocivos y devastadores que