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Mostrando entradas de julio, 2011

Mensaje en una botella: Estanislao.

Primera parte, La llegada.  Segunda parte, La cola.  Tercera, Estanislao. Por Daniel Rubio Mensaje en una botella: Estanislao. Mientras avanzaba al trote, rodeado de mujeres, niños y ancianos, Estanislao lanzaba de vez en cuando una mirada hacia atrás con la esperanza de ver qué sucedía con el joven Christophe; pero la oscuridad y la ventisca, a la que se unían tímidos copos de nieve que caían, se lo impedían. —¿Alguien sabe adónde vamos? —preguntó. —Van a desinfectarnos —contestó un anciano. Estanislao contemplaba nervioso cuanto le rodeaba. Sin embargo, por un instante, pensó que todo era una broma macabra. No veía necesario la forma en que los militares escoltaban al numeroso grupo. ¿Qué iban a hacer un puñado de niños, mujeres y ancianos? Nada. Eso le hizo ponerse en guardia y, sin darse cuenta, aminoró la marcha. Poco a poco se iba quedando rezagado del grupo, parecía estar flotando en una nube, por todo lo que le pasaba por la cabeza mientras recordaba aquellas hist

El destello de un recuerdo, 20 años después

Por Daniel Rubio, basado en el original de María Gladis Ossa Velásquez El destello de un recuerdo, 20 años después. Un recuerdo es algo ignífugo, algo inmaterial que parece no existir hasta que regresa. Entonces se convierte en algo palpable, que existe, que se vive y que, en muchas ocasiones, te amarga la existencia. David apoyó la frente en el volante de su coche. Cerró los ojos e intentó recordar cómo era su hermana hace veinte años. Había pensado tanto en sus hermanos que ahora los recuerdos titilaban inocentes por su cabeza como una gota de agua que agita el vaso al caer. No la veía desde el nefasto día en que su madre murió de sobredosis. El recuerdo permanecía doloroso en su interior. Después de aquello, intentó olvidarlo todo, pero su mano desfigurada lo devolvía a la realidad y lo conducía a aquel día en el que cayó preso del pánico, la ira y la impotencia al ver a su madre terminar con su existencia, dejando tras de sí tres vidas inocentes. Recordó que empezó a golp

Mensaje en una botella: La cola.

  Por Daniel Rubio Mensaje en una botella: La cola. Poco a poco, a lo largo de las mesas, se iban formando colas que los alemanes habían improvisado. El frío era cada vez más espeso y la falta de abrigo de algunos de los viajeros provocaba desmayos repentinos y constantes temblores. Christophe no podía más que admirar con horror todo lo que se presentaba ante sus ojos y, mientras las colas avanzaban lentamente hacia las mesas, él permanecía quieto en el mismo lugar en el que había tomado tierra. Ya apenas sentía los pies, y tenía las manos y las articulaciones entumecidas por el frío. Su mirada no era limpia; se veía ensuciada por una extraña conciencia que había tomado forma en su ser. —Spaziergang!* Christophe se giró sobre sus pies, asustado por la potente voz que había nacido a su espalda. Un fusil de asalto stG 44 le miraba a los ojos y, tras él, un soldado que, con el rostro contraído por el desprecio y el odio, mantenía tenso el dedo índice en el gatillo. —Spaziergang! —v

Mensaje en una botella: La llegada.

Por Daniel Rubio Mensaje en una botella : La llegada.   Por las rendijas que dejaban las maderas mal encajadas del vagón, penetraba un silbido invernal del que solo podían disfrutar los que estaban comprimidos contra ellas. El resto, alrededor de cien personas, se tenían que conformar con que el de enfrente les echase el aliento. Por el vagón viajaban distraídos los llantos de algún niño, y el consuelo que le ofrecía la madre en forma de susurro servía de bálsamo para el resto de viajeros, a los que, hacinados como si fuesen ganado, les vencía la incertidumbre al no saber qué es lo que ocurría exactamente. Lo demás era silencio, a excepción del traqueteo del tren. Tras largas horas de viaje, aglomerados en los vagones, el hedor a sudor rancio se extendía como un virus por el vagón. El calor era insoportable, a pesar de que en el exterior hacía casi veinticinco grados bajo cero. El llanto de los niños era tenue y fúnebre. Las madres ya no consolaban a nadie, estaban derrumbadas, c

El destello de un recuerdo, parte IV

Por Daniel Rubio El destello de un recuerdo, parte IV Cierras los ojos. Quieres recordar. Quieres que salgan sin prisa y que revoloteen felizmente por tu cabeza. Quieres volver al día más feliz de tu vida… pero no lo consigues. Una vez más, te ha cogido desprevenido e inunda tu alma con el peor de los recuerdos. Entonces, lloras. Natalia había fundido y consumido varias micras de heroína y su conciencia se veía alterada por la droga. David se mantuvo firme en su constante vigilancia. Miraba a su madre con asco y miedo. Natalia le devolvió la mirada brevemente y cayó fulminada en el sillón. Al principio, David no supo cómo reaccionar. Miró hacia un lado y hacia otro en un intento absurdo de que alguien le ayudara, pero estaba solo. Comenzó a respirar de un modo salvaje, a sacudidas, como si el corazón no le cupiese en el pecho y quisiera salir de su reducido hueco. La rabia que le producía saber que él no podía hacer nada le hizo correr hacia el cuerpo inerte de su madre, arranca