Por Daniel Rubio El destello de un recuerdo, parte I Es extraña la sensación que produce un recuerdo. Esa que te embarga y te traslada a un estado de ausencia cuando llega. Esa que hace que en esos momentos estés en cuerpo y alma sumido en el recuerdo y que, de algún modo, una vez más, parece ser real. Sobre las siete de la tarde, sonó el timbre del piso donde vivían David, Francisco y Gema con su abuela, en la Avenida de la Malvarrosa. Fue esta quién abrió. No se lo esperaba, pero aún así, la dejó entrar en el piso. Era Natalia, la madre de los tres niños. La abuela la miró de arriba abajo. Parecía haber engordado y su pelo, que en otras ocasiones se asemejaba a una manta grasienta, estaba impoluto, perfectamente peinado y recogido con una diadema que le confería un aire de inocencia y dulzura. La abuela y Natalia se encerraron en una de las habitaciones que había en el largo pasillo y discutieron durante un largo rato. Mientras, David y Gema pegaban sus orejas contra la pared par