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MIRADA DE CARAMELO

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     Fue una calurosa mañana de Noviembre, hecho que le importaría a alguien de no haber sido un sábado por la mañana, el día que más frío sentí.       Apenas las nueve de la mañana y la calle ya estaba llena. Niños en bici, vecinos conversando en portales o de ventana a ventana, más niños a un lado, música de mil estilos diferentes surcando el aire, y más vecinos yendo de un lado a otro sumidos en sus quehaceres, rutinas o perdiendo el tiempo como les venía en gana. Odio todo eso. De haber dependido de mí, habría desaparecido de un chasquido.       He dicho odio cuando en realidad quería decir odiaba, porque todo aquello si bien no desapareció de un chasquido, lo hizo en un abrir y cerrar de ojos.       ¿Cuántos años llevaba observando esa calle desde una ventana? Nadie los contaba, y yo era nadie, por lo que puedo decir con total seguridad que eran diez años. Diez años de vecinos que vienen y van, niños que crecen y sustituyen a los adolescentes que han desaparecido de la calle conve

recuerdo I

Nadie es especial por lo recuerda ni por sus recuerdos, en todo caso, alguien es especial por cómo han afectado esos recuerdos al resto de su vida. Hay quien prefiere enterrarlos para no sentir la molestia del dolor que pueden generar; hay quien simplemente los aparta, les echa un ojo de vez en cuando, pero vuelven a dejarlos en el rincón lo antes posible; hay quien, sin saberlo, viven en el recuerdo casi de modo perpetuo; hay quien manipula el recuerdo, porque no puede enterrarlo, y cuando le echa un ojo no le gusta lo que ve, y lo moldea a su parecer; y cómo no, hay quien recuerda, simplemente.  No sabría deciros en qué grupo estoy yo, si me paro a pensarlo, podría decirse que he pasado por todos ellos. Bueno, no creo haber tratado de enterrarlos, pero eso no puedo saberlo, de haberlo hecho, ya no me pertenecen y al final, ese es el objetivo.  No puedo decir que tenga vívido el recuerdo de mi regreso a Valencia, y a penas tengo un par de buenos recuerdos de cuando estaba en Valladoli

Micro: Benjamín.

Es difícil arrepentirse de un error cuando se desconoce que se ha cometido. No hay nada a su alrededor que le produzca motivación alguna, tan sólo el paisaje que ofrece un viejo bar, oscuro y cerrado a cal y canto desde hace años. El salón tiene unos ochenta metros cuadrados; él está sentado en el medio tratando de recordar. Cree que debajo de la manta de polvo que cubre los desgastados estantes, antes llenos de botellas, puede desenterrar algo, lo que sea, y por eso no quiere acercarse ni tocarlos.  Se pone en pie, pierde la mirada unos segundos, que podrían ser horas, contemplando el vacío y la ausencia. Los recuerdos no pueden florecer en el polvo y sin ellos no hay errores que reconocer. No hay que culparse de nada, por ello, Benjamín saldrá de un bar olvidado perseguido hasta la salida por los recuerdos que allí se esconden. Y los recuerdos lloran, están tristes porque Benjamín no los quiere recordar y los ha enterrado entre polvo y telas de araña, pero también lloran porque Be

No quiero perder más

Vivir en el exilio hace replantearte toda tu vida. Provoca que te metas en una espiral autocrítica con tal de averiguar qué porcentaje de culpa tienes tú, para, en su día, haber llegado a tal situación. Después vas a querer cambiar todo eso, no quieres repetir ciertos errores porque sabes que desestabilizarán la nueva vida que estás gestando y parece que está a punto de nacer. ¿Los sueños? Buah, los sueños del exiliado, al menos en mi caso, no son estables. Cada día aparece uno nuevo y nada tiene que ver con el anterior porque, en casi todos ellos,  debes invertir más de lo necesario de tu posesión más sagrada, y de modo automático los descartas, los descarto.  Pero sigues soñando y eso es lo importante, porque los sueños te hacen mantenerte vivo, te permiten volar sin levantar los pies del suelo. Tomar decisiones tampoco es fácil, sobre todo si has sido muy duro en la autocrítica. Parece que hay leyes que implican que cada decisión te conduce a un error ya cometido. Pero quieres hac

El Ángel Negro

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"... la felicidad comprada es una alucinación en la que sólo cabe suponer que es cierta."   El Ángel Negro Por Daniel Rubio.          Sentirse mal es irremediable en algunos momentos, puede que sea algo parecido a la redención, de otro modo, no lo entiendo. Es un estado en el que tu mente no actúa, sino simplemente se dedica a funcionar en modo autómata; no sientes nada más allá de ese vacío interior que te carcome por dentro y oscurece tu vida por fuera; una fuerza que impide que seas capaz de observar qué hay, o qué tienes, a tu alrededor y provoca que de ningún modo tus movimientos sean más rápidos a tus pensamientos.           Y al final, te das cuenta de que todo eso no importa, pues la realidad es muy diferente de como la percibimos. Dudo, siquiera, que exista algo real hoy día, cuando le damos más importancia a lo más superfluo y dejamos a un lado lo que podría ser interesante y no nos molesta no llegar a saber si lo era. Y sabemos cómo id

Callejón con salida

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Por Daniel Rubio La ilusión no debería perderse, pero por desgracia se esfuma al primer chasquido de la mañana. Es como un ente posible de ver, e imposible de tocar u oler. Es así, simplemente se esfuma. La noche era tranquila; todo lo tranquila que puede ser cualquier noche de verano con una verbena en la ventana de tu habitación.  Y mientras el whisky calentaba la sangre de Sofía y embriagaba sus pensamientos, ella caminaba entre sórdidas calles mentales, evitando esquinas donde no le apeteciera girar la cabeza para no ver lo que había al fondo de la calle, algo conocido por ella. Sofía era una mujer fuerte en apariencia, pero espíritu de mantequilla. Vuelve una y otra vez al día maldito: la fecha en que un malnacido le arrancó la ilusión que por aquel entonces sí era palpable y no un simple nicho con flores añejas. Piensa. Recuerda. Así noche tras noche, aunque esta vez ya no es igual. El juzgado, el ladrón de sueños repartidor de pesadillas vive cada día con la simplicidad de qu

Selección natural

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          "... yo tengo algo más con lo que ese inútil no sería capaz ni de soñar: Inteligencia."   Selección natural Por Daniel Rubio             La miro y me dan nauseas. Es la mujer más bella que he visto en semanas; rebosa vida por cada poro de su piel, pero cuando habla y se muestra al mundo deja en evidencia los miles de años de evolución en el ser humano. Lo mismo me ocurre con él, un hombre alegre y musculado. Del tipo con el que cualquier mujer se acostaría para disfrutar de una larga noche donde no hace falta la conversación. Me dan asco.           Cuando salen del local me dispongo a seguirlos, pero sin ocultarme. El hombre se da cuenta y le murmura algo al oído a esa estúpida. Cuando se gira le sonrío, yo también sé seducir. Puedo decir que mi figura no es demasiado distinta a la de ese hombre, sólo que yo tengo algo más con lo que ese inútil no sería capaz ni de soñar: Inteligencia. La mujer enseguida