Callejón con salida
Por Daniel Rubio La ilusión no debería perderse, pero por desgracia se esfuma al primer chasquido de la mañana. Es como un ente posible de ver, e imposible de tocar u oler. Es así, simplemente se esfuma. La noche era tranquila; todo lo tranquila que puede ser cualquier noche de verano con una verbena en la ventana de tu habitación. Y mientras el whisky calentaba la sangre de Sofía y embriagaba sus pensamientos, ella caminaba entre sórdidas calles mentales, evitando esquinas donde no le apeteciera girar la cabeza para no ver lo que había al fondo de la calle, algo conocido por ella. Sofía era una mujer fuerte en apariencia, pero espíritu de mantequilla. Vuelve una y otra vez al día maldito: la fecha en que un malnacido le arrancó la ilusión que por aquel entonces sí era palpable y no un simple nicho con flores añejas. Piensa. Recuerda. Así noche tras noche, aunque esta vez ya no es igual. El juzgado, el ladrón de sueños repartidor de pesadillas vive cada día con la simplicidad de qu