El destello de un recuerdo, parte I

Por Daniel Rubio
El destello de un recuerdo, parte I
Es extraña la sensación que produce un recuerdo. Esa que te embarga y te traslada a un estado de ausencia cuando llega. Esa que hace que en esos momentos estés en cuerpo y alma sumido en el recuerdo y que, de algún modo, una vez más, parece ser real.
Sobre las siete de la tarde, sonó el timbre del piso donde vivían David, Francisco y Gema con su abuela, en la Avenida de la Malvarrosa. Fue esta quién abrió. No se lo esperaba, pero aún así, la dejó entrar en el piso. Era Natalia, la madre de los tres niños. La abuela la miró de arriba abajo. Parecía haber engordado y su pelo, que en otras ocasiones se asemejaba a una manta grasienta, estaba impoluto, perfectamente peinado y recogido con una diadema que le confería un aire de inocencia y dulzura.
La abuela y Natalia se encerraron en una de las habitaciones que había en el largo pasillo y discutieron durante un largo rato. Mientras, David y Gema pegaban sus orejas contra la pared para escuchar lo que estaban discutiendo. Era lo de siempre: «Te los llevas de aquí, que yo no puedo mantenerlos». Bla, bla, bla. Estaban tan acostumbrados a que no los quisieran en ningún sitio, que no les pareció extraña aquella discusión; pero… ¿había dicho Natalia que se los quería llevar?
Los dos niños se miraron con el rostro encendido en esperanza. Pegaron con más fuerza sus orejas a la pared gotelada, a pesar de que les dolía al hacerlo, pues querían estar seguros antes de hacerse ilusiones. Francisco se entretenía en su cuna con el único juguete que tenía, un peluche teñido en inmundicia y con un fuerte olor a vertedero que no dejaba de chupar. David, el mayor de los tres, lo miraba por el rabillo del ojo con pasión mientras se percataba de lo afortunado que era: no iba a recordar nada de todo esto, tan solo tenía nueve meses.
A las ocho de la tarde, los tres niños y su madre, montaron en un taxi que esperaba desde que esta acudió a por ellos, se dirigieron hacia su nuevo hogar, un desvencijado piso en el Barrio del Carmen, cerca del Mercat Central. Allí los esperaba Juan, la actual pareja de Natalia y padre de Gema, al que David también llamaba “papá”.
¡Qué bonito era al principio, cuando su madre hacía de ama de casa y Juan fingía salir a trabajar! Era cierto que el dinero no faltaba. La comida, tampoco. Incluso habían encontrado el cariño de una madre desconocida.
El tiempo transcurría en un lento tictac… hasta que comenzaron los problemas. No llevaban allí viviendo ni tres semanas. Los vecinos de abajo, un hombre calvo y fuerte, con rasgos muy marcados, de unos cuarenta años, frecuentaba la vivienda de la artificial familia. A David no le gustaba esa persona. Más de una vez había escuchado a través del suelo cómo maltrataba a su mujer y a su hijo, un chico paliducho y demasiado enclenque. En una ocasión, sacó a su mujer al balcón y la amenazó: «¡Te voy a matar, puta!» Le propinaba cabezazos y, cuando por fin la gente que transitaba por la calle se animó a increparle, amenazó con tirarla por el balcón. Más tarde llegó la policía, y el muy cabrón se puso a llorar y a rezar de rodillas a no sé qué Dios. La vecina de abajo y el chiquillo se fueron de allí casi al tiempo en que se llevaban detenido al calvo.
Aquel incidente fue el tema de conversación en la finca; pero David, a pesar de su corta edad, no entendía por qué realmente nadie había hecho nada por evitarlo, igual que, tiempo después, no hicieron nada con él y sus hermanos cuando llegó el momento.
Continuará…

El destello de un recuerdo, parte II

Comentarios

  1. me encanta. mi pasiòn es la narrativa aunque trato con otros generos me gusta mas este, por eso me gusta leer a gabriel garcia marquez.....no se por que creo que los que les gusta la narrativa, son dicharacheros¡ alegrones ¡ hasta escandalosos, o me equivoco? te felicito ¡¡

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  2. Muchas gracias una vez más, Atalaya, y anónimo, so nabría que contestar, a mi me encanta la narrativa y la verdad es que soy bastante alegre y poquito cabroncete, un saludo a los dos.

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  3. Me ha gustado mucho, me quedé un poco consternada con la última parte, espero que en la segunda se me aclare la mente. Me quedé con ganas de leer más.
    Besos ;)

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  4. Si he conseguido que tengais ganas de más con algo tan breve, creo que voy bien, un saludo.

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  5. El mal que aparece en las películas palidece junto al infierno que viven muchas personas en el seno del hogar familiar. Son cosas que sucedieron, suceden y sucederan. El mal habita dentro de cada uno de nosotros como una semilla en espera de germinar. Desgraciadamente, muchos la riegan con el néctar de sus frustraciones, fracasos y aspiraciones fallidas. Y el que paga los platos rotos, siempre, es el más debil.
    Me ha gustado mucho,
    Francisco

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  6. felicito tu escribir....muy bueno....

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  7. Siempre sorprendes y no puedo resistirme a repetírtelo de nuevo.

    Y a mandarte un saludo, Daniel !!

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